La videovigilancia tradicional es un sistema pasivo caracterizado por la monitorización sincrónica y el control remoto. Permite revisar las grabaciones después de que ocurra un evento. Debido a su falta de inteligencia, depende de operadores humanos para la monitorización en tiempo real, el análisis y las notificaciones de alarma. Ya sea revisando grabaciones, supervisión en tiempo real o emitiendo alertas, la intervención humana es clave. Sin embargo, con el crecimiento continuo de dispositivos de vigilancia y áreas monitoreadas, el volumen de datos de vigilancia ha aumentado significativamente. Los recursos humanos son limitados, lo que hace imposible mantener una vigilancia eficiente, en tiempo real y completa, o tomar decisiones y emitir alertas basadas en la monitorización en tiempo real. Además, el aumento sustancial de datos de video plantea desafíos significativos para la transmisión de red y el almacenamiento de datos.

Las limitaciones del ancho de banda de red y la capacidad del servidor en los sistemas tradicionales de videovigilancia obligan al uso de tecnologías digitales de compresión elevada. Esta compresión puede provocar una pérdida de claridad en la imagen. Además, las redes tradicionales son susceptibles a interferencias del entorno circundante, lo que crea problemas para el procesamiento posterior. Para abordar estos desafíos, algunas organizaciones han tenido que invertir en redes de fibra óptica de alta velocidad para garantizar la transmisión de datos y la claridad del video. Aunque este enfoque resuelve problemas, también conlleva un aumento en los costos tecnológicos.

La evolución de la tecnología de vigilancia, que incluye la seguridad en el hogar tanto en interiores como en exteriores, cámaras inalámbricas y cámaras de bombilla, busca superar estas limitaciones, proporcionando capacidades de monitoreo y análisis más eficientes y efectivas.
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